lunes, 8 de marzo de 2010

Tamboreada por la Sanación de la Madre Tierra


El 21 de marzo del año 2009 nos juntamos en la ciudad de Cali el Grupo Cultural Sayawillka y el Kolectivo de Komunikación Popular El Andarín en un sólo ritmo y un sólo corazón para llevar a cabo la Tamboreada por la Sanación de la Madre Tierra.

Hemos aprendido, al kaminar kon komunidades indígenas, ke la Madre Tierra es un ser ke tiene vida, ke siente, ke nos da el territorio pa’ vivir y la tierra pa’ sembrar y alimentarnos. En ella konstruimos nuestras vidas, le damos sentido a nuestro kaminar. La Madre Tierra es, komo dicen nuestrxs hermanxs mayores indígenas: nuestra Madre Naturaleza, y es en su vientre donde estamos expresadxs de diferentes maneras todos los seres vivientes.

Hoy más ke nunka estamos konvencidxs ke la vida no tiene precio y ke es necesario retornar a nuestrxs ancestrxs pa’ resignifikar el valor y el sentido ke tiene la Madre Tierra pa’ nuestras vidas y la vida de otras especies. Es necesario entonces, juntarnos pa’ luchar por la vida, pa’ kontribuir kon nuestros actos a la Sanación de la Madre Tierra.


“Para nosotros, la Tierra es la Madre y contra ella

se comete un crimen del que vienen

todos los males y miserias”.


Cosmovisión Pueblo Nasa



Desde el centro de México, allí donde pervive la Nación Indígena Otomí fueron llegando junto al viento las palabras de ancianos y sabios. Llamaban a las semillas, a los hijos e hijas de las cuatro direcciones a unirse en un mismo ritmo y con un mismo propósito; la sanación de la Madre Tierra.

Cuenta la profecía de la comunidad Otomí que el día en que se reúnan en sincronía y conexión los sonidos de ocho mil tambores sagrados, será el inicio de la sanación de la Madre Tierra, de todas las especies y la familia humana. Cuentan también que desde tiempos inmemoriales, se ha usado el tambor como instrumento de curación y que sus ritmos y vibraciones se asemejan a los de nuestro corazón y al de la Madre Tierra.




El 21 de marzo, tiempo del equinoccio de primavera, donde el día y la noche tienen la misma duración en todo el mundo y donde tradicionalmente las comunidades indígenas de los Andes celebran la Fiesta del Florecimiento de la Madre Tierra; el Pawkar Raymi, fue la fecha propuesta para que en diferentes lugares del planeta se realizara La Tamboreada por la Sanación de la Madre Tierra, por la Vida y por la Paz.



Así como el K’uichi y la Wiphala, símbolos de los pueblos andinos, símbolos de la unidad en medio de la diversidad, nos juntamos para atender el llamado de los ancianos y sabios de la nación Indígena Otomí. Nos juntamos entre los valles y montañas del territorio caleño, con el corazón y el espíritu unido al de otros hermanos y hermanas del continente; para hacer retumbar los tambores de la profecía, para tejer el sonido de las quenas, flautas guitarras y ocarinas. Nos juntamos para elevar nuestras palabras y cantos, pidiendo a todos los ancestros por la curación de la Madre Tierra. Una madre que está enferma por el abuso y la explotación. Una madre que ve como sus montañas, sus árboles, sus aguas y toda la vida que ella genera son maltratadas por el afán desmedido al dinero. Una madre que muere en aras del llamado desarrollo y del progreso, donde la vida deja de ser sagrada para convertirse en una mercancía que se compra y se vende. Una madre que ve como grandes multinacionales y transnacionales se apoderan, despojan y destruyen la tierra, sin entender que los hombres y mujeres somos parte de ella y al mismo tiempo, ella es parte de nosotros.



Nos juntamos alrededor del fuego, abuelo sabio que con su energía y calor ha guiado ancestralmente a los pueblos indígenas, para mantener encendida la esperanza de construir con cada una de estas acciones un mundo en equilibrio y armonía con todas las formas de vida. Al Taita Nina como se le conoce al abuelo fuego en la cultura Quechua Aymara le agradecimos con una ofrenda de frutas, incienso, palo santo, semillas, flores, hojas de Koka, chicha y demás. Nos hermanamos con la planta sagrada de la Koka, mal llamada “la mata que mata” por ser asociada y considerada igual a la cocaína, desconociendo de esta manera, sus propiedades no sólo alimenticias sino también espirituales, para mambear la palabra, para caminarla.



Nos encontramos bajo el sonido, la fuerza y la magia de los tambores para danzar, cantar, soñar, agradecer y ofrendar a la Madre Tierra por seguir germinando y manteniendo la vida.


Costumbres, rituales, conocimientos, sabidurías, espíritus de la naturaleza con los que nuestros abuelos y nuestras comunidades indígenas antiguamente se relacionaban son parte del mundo y del tiempo que éstos caminaban. Un tiempo que no es lineal, un tiempo que retorna, un tiempo cíclico donde todo vuelve pero cambia. Hacia estos tiempos avanzamos, retomando los saberes de nuestros ancestros que se consideraban parte de la Naturaleza, y de esta forma la respetaban, la veneraban y vivían con ella en armonía.


“Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si la vendes, te venderán; si la explotas, te explotarán; si la hieres, te herirán; si la contaminas morirás”.


Seattle

Jefe Indio Piel Roja